Comentario
Capítulo LIII
Que trata de la batería que se dio a este fuerte y de cómo le entraron el general y sus compañeros y lo que en este lugar aconteció
Estando escaramuzando los cuatro de a caballo que habemos dicho con los indios, y pareciéndoles que cuatro cristianos eran pocos, llamábanlos los indios diciéndoles palabras ofensivas, insistiéndoles que trabasen más de veras la escaramuza. Estando litigando con las armas matando aquel que alcanzaban los cristianos, en este tiempo allegó el maestre de campo a la parte o lugar donde habían de acometer. Y dejando el recaudo que era menester para la guarda de los caballos y huida de los indios, para que fuesen muertos y presos todos los que pudiesen tomar que por allí acometiesen a se salir.
Hecho esto comenzó a marchar con toda la orden que convenía. Y pasado el arroyo y foso comenzaron los indios a defenderles la entrada. Y allegados a la albarrada, acudía más gente y defendíase más reciamente y con mayor ánimo. Y como los españoles los apretaban, acudían algunos indios con temor a la huida, donde eran algunos muertos por los españoles que los caballos guardaban.
Sabido por los indios del fuerte que en la parte donde tenían la huida había españoles, y no muchos, repartiéronse y fueron en un escuadrón con intención de romper a los españoles y debaratarlos. Y en esta sazón entraban el maestre de campo y su gente por la palizada con gran trabajo y mayor peligro. Luego que se vieron para subir soltaron el arcabuz que tenían por seña, y los indios peleaban muy de veras, animándose con sus cornetas y vocería. Pues oído por el general el trueno del arcabuz, acudió con toda priesa y ánimo por aquella parte, hiriendo y matando a los que alcanzar podían.
Pues como los indios vieron que por tres partes les acometían los españoles, y que para defenderse convenía dividir su gente en tantas partes, y divididos no eran parte para resistirlos, viendo tiempo oportuno acordaron de desamparar el fuerte y volver las espaldas.
Como los españoles que con el maestre de campo [estaban] vieron que los indios aflojaban en el combate, entraron con toda furia dentro del fuerte y trinchera, y echaron fuego a los bohíos y pueblo que los indios allí tenían hecho, como ya dijimos.
Cuando el general allegó a pasar el baluarte, vio arder las chozas. De presto se ayuntó con su maestre de campo y compañeros, y siguieron su victoria, que no lo tuvieron en poco por dos cosas, por ser tan fuerte como era aquella fuerza y por la mucha cantidad de gente que había de guerra, y la otra, porque les decían los indios que tomaban, que no les habían podido ganar aquella fuerza los ingas combatiéndoles aquel fuerte.
Los que se señalaron en la entrada de este fuerte fueron Francisco de Villagran, Alonso de Córdoba y el padre Juan Lobo. Hubo en esta batalla cinco españoles heridos que en breve fueron sanos. No hubo muerto ninguno, ni caballo. Y de los indios hubo muertos hasta trescientos y no más, porque cuando acometen al principio tienen recio, y si los españoles son experimentados en aquella guerra pelean con más ánimo, y viendo los indios que no pueden resitir luego a los españoles, vuelven las espaldas.
El general después de haber echado los indios de su fuerte corrió todo aquel llano, y tomáronse algunas ovejas de que había necesidad. Pues habiendo hecho esto, el general se salió con sus compañeros fuera de aquella fuerza a lo llano, ya donde los caballos pudiesen comer y aun correr si indios viniesen.